martes, 6 de octubre de 2015

Sin respuesta

"Quiero volver a hacerte el amor", decía el mensaje que recibió en su teléfono.
Sorprendida lo miró una y otra vez. No podía creer que él quisiese volver a estar con ella.

Un mes y doce días habían pasado desde que se dejaron de ver. Ella lo sabía porque tachada el almanaque como si fuera su peor condena. No podía ni quería sacarlo de su vida pero sabía que tenía que hacerlo.

Esa noche, cuando sonó el teléfono, habían cumplido el mismo tiempo separados que el que habían pasado juntos. No fueron muchos meses pero la conexión entre ambos fue inmediata, intensa, un chispazo que prendió rápido e incendió millones de hectáreas. Pero el fuego se extinguió de repente sin darles siquiera la posibilidad de tener esa famosa última charla para marcar el adiós definitivo.

Quizás aquello no era necesario. Pero ella se sintió perdida. El extrañar era algo abstracto hasta ese entonces. Por eso tuvo que encontrar la mejor manera para olvidarlo. 

Recurrió a todas las posibilidades que conocía. Salió, conoció gente, se dejó llevar. Pero al final se sentía vacía y eso le dolía. A veces despertaba junto a otros hombres rezando que fueran él, pero él ya la había dejado. Angustiada no podía enfrentar ni su propio reflejo en el espejo. Le daba vergüenza, odio y hasta lástima. No lo superaba.

Pero ese mensaje fue irresistible. Fue como el agua luego de caminar sola durante días en el desierto. Fue como la mano que necesitaba sobre su hombro. Fue el momento que quería volver a vivir. Fueron, tal vez, las palabras que más quería leer. Sin embargo no supo qué responderle. 
Ella moría por verlo, decirle que sí, lanzarse a sus brazos pero estaba llena de dudas y de renconres. No quería caer de nuevo ante la incertidumbre. Escribió y borró durante horas la respuesta. Buscó la mejor forma para que él se diera cuenta todo el amor que ella le tenía, pero no encontraba las palabras adecuadas y sutiles para no salir lastimada. 

Dio tantas vueltas que finalmente se quedó dormida.
Nunca contestó el mensaje y tampoco volvió a recibir otro. 

miércoles, 29 de julio de 2015

Se llevó todo


Se llevó todo lo que quedaba. No dejó nada, ni las ganas.
Pasó por su vida como un huracán levantando paredes y derribando otras, unas que le costaron años construir y que creía resistentes e inquebrantables.

No dejó nada más que el dolor de su ausencia y el horrible sentimiento de la angustia. 


Ella ya no tenía lágrimas, las había agotado en interminables noches de llanto. Sólo intentaba que los días, las horas y las cosas pasen como el vendaval que arrasó consigo y apenas la dejó en pie.

"Extrañar algo que aún sigue vivo, ¡vaya estupidez!", pensaba odiándose una y otra vez. Se odiaba, sentía que había perdido lo único que quiso y dejó entrar en su vida luego de mucho tiempo. Pero a la vez estaba tranquila, sabía que había dado todo y que nunca se mintió, sino que se dejó llevar por lo que sentía.

Intentaba aferrarse a lo bueno. Trataba de largar una sonrisa cada tanto y mirar para arriba, allá a donde el sol brilla de vez en cuando.

El dolor de nuevo la golpeaba. La marcaba, le hacía recordar que no fue hecha para las relaciones. El sufrimiento fortalecía su coraza que ahora, sin mucha energía y con poco ánimo, intenta acomodar sobre sí para seguir adelanta con su vida.

martes, 23 de junio de 2015

Un fantasma llamado soledad

Él le advirtió que no era bueno para mantener los vínculos. Ella lo escuchó pero no le prestó atención.Nada se suponía que se saldría de su rutina. Nada se convertiría en otra cosa. Nada podía salir mal.

Sin querer se sumergieron en un caudal de pasiones intensas. Sin notarlo todo se aceleró y se perdió hasta la noción del tiempo. Ella intentó no perder la calma, se conocía. No podía dejarse caer, no quería lastimarse una vez más.

El miedo creció como creció lo que sentía. Nunca dijo lo que realmente pensaba, no se lo permitió. Tampoco contó la verdad de lo que le pasaba aunque las palabras entre ambos no faltaron nunca.

Ella tenía una historia oscura, dolorosa que de compartirla derrumbaría todo. Él, en cambio, se arriesgó a más. No dio explicaciones, nadie se los pidió, pero intentaba explicarlas aunque ella lo callaba. La costumbre se acomodó entre los dos como los sueños en voz baja y los planes en voz alta.

Un futuro que nadie planificaba pero que iba llegando solo, a velocidad de la luz. 
Todo se desvaneció. El día oscureció. La noche se volvió larga y silenciosa. En el pecho ella volvió a tener ese sentimiento extraño y amargo que ya conocía.

La soledad regresó a ocupar su lugar en la cama que, por un momento, le fue quitado. Se acomodó en el huequito tibio que él dejó. Un fantasma que no tenía cara pero que reflejaba en el aire una sonrisa malvada. Siempre estuvo ahí, acechando, sabiendo que no tenía que irse muy lejos.

Volvió para recordarle como dolía su presencia. Para enfriar sus sábanas y sus sentimientos, para seguir cosechando lo que ya había sembrando antes. 

Entre ellos dos no fue necesario decir "adiós", se interpretó.

martes, 5 de mayo de 2015

Abrazo inesperado

Inesperadamente unos brazos se colgaron al rededor de su cuerpo. La estrecharon fuerte, Se quedaron allí unos cuantos minutos. Luego aflojaron y él que la amarraba con tanta firmeza soltó un beso en su mejilla, delicado pero ruidoso.
Hacía rato que no se veían. Estaban cerca, sus miradas podían cruzarse más a menudo, pero, como dos chicos tímidos, preferían esquivarse. Ellos saben que al mirarse a los ojos lo sabrán todo el uno del otro. Allí no hay secretos.
Quizás ese es el verdadero miedo: el saber que uno no significa lo mismo para el otro. O, que el otro, no se anima a soltar todo por lo que siente. Pero ¿Qué siente? pues, no lo sabe y no lo sabrá hasta que no deje que su mirada se detenga en el mismo momento y a la misma altura de la de ella.
Prefirió, en su lugar, estrecharla, sentir de nuevo ese cuerpo, esa la piel; algo que quizás si añoraba.

Ella se sorprendió. Devolvió el abrazo. Sostuvo sus brazos al rededor de su cuello, él la tenía bien agarrada de la cintura y no encontró otro lugar de donde poder sujetarlo. Dudó, hasta tuvo tiempo de pensar, cuán fuerte sus brazos debían apretar a ese ser que tenía pegado al cuerpo. Una vez más se dejó llevar por el instinto, no sometió aquel acto a ningún juicio moral, no juzgó al ser que le respiraba en el cuello como ya lo había hecho tiempo atrás desnudo entre sus sábanas. 
Luego de la sorpresa también lo apretó. Lo miró, aunque él no le devolvió la mirada, y ella se pudo dar cuenta que él había cambiado.

La pasión duró apenas unos segundos. Ninguno de los que los rodeaba pudo notar algo de todo esto. Menos aún las parejas de ambos que se estrecharon la mano e intercambiaron sus nombres como dos perfectos extraños. 
Esta pasión fue intensa e íntima. Fue de dos personas que se querían decir mucho y no se dijeron nada. Reemplazaron eso por un apretón muy fuerte, tanto que de haberse levantado las remeras los hubiera delatado las marcas que sus manos dejaron en sus cuerpos.

Tal vez el destino los encuentre nuevamente. Quizás vuelvan a ser ellos o sólo otro pequeño pero gran abrazo entre la multitud. 

lunes, 6 de abril de 2015

Recuerdo


Se desveló en la espera de una absurda promesa.
Se preparó aunque insegura.
Se arregló aunque desprolija.
Se perfumó con apenas gotas.
Prometió no aferrarse al reloj pues ese teléfono sonaría.
Lo esperó con nervios la primera hora. Con ansiedad la segunda. Con cansancio la tercera. Dejó que tiempo transcurriera; vio pasar con rapidez el resto de la noche.

Se acostó arreglada, se lamentó por dentro y apagó su entusiasmo con una triste amargura.
Ni un mensaje, ni una llamada. La soledad fue su única compañía, bebió una copa de vino y mantuvo la respiración lenta, cansada, desilusionada.



Nunca más supo nada, nunca más volvió a escribirle. Jamás le hará un reproche y la intriga la rondará durante algún tiempo, hasta que lo olvide y se convierta solo en un mero recuerdo.

viernes, 30 de enero de 2015

Breve historia de verano

La pasión se perdió, como ella en la multitud luego de despedirse.
Como todas las historias, esta empezó por casualidad. Él se animó a mirar un poco más allá de lo que los ojos pueden ver, ella se animó a darle su número de teléfono.
Se aventuraron en le misterioso mundo de conocerse, en donde lo prohibido sale a flote y lo desconocido atrae.
Sacudieron la arena que traían los zapatos y se mezclaron. Se despojaron de los prejuicios; se divirtieron; se cuidaron; se animaron.
Una copa de vino, la música de algunas guitarras y un amanecer en la playa, único e irrepetible, fueron suficientes condimentos para que ella pueda recrear ese encuentro cada vez que cierre los ojos y suba a tomar aire a la terraza.

Un beso cálido, un abrazo tibio y un hasta siempre frío, marcaron el final de ese caluroso verano.