miércoles, 17 de diciembre de 2008

Al despertar


Ella, amaneció con sus ojos hinchados, con las manos cortadas y con las sábanas desgarradas.
Sintió rápidamente el silencio, el calor, el ruido de la calle y el de su agitada respiración que la perturbaban aún más en esa desordenada habitación.
Todavía no se perdonaba, todavía la perdida la atormentaba, la acechaba, la culpa y el olvido jugaban un papel predominante esa mañana.

Recorría sus recuerdos, cerrando los ojos con fuerza para borrar de la memoria las cosas, las palabras, los nombres, los besos, las caricias que no quería que allí estuviesen. Como quien trata editar la vida para quedarse sólo con los momentos más lindos.

¿Cuánto tiempo más podría pasar así?
¿Cuántos días más con ese vacío oprimiéndole el pecho?
¿Quién se haría cargo? ¿Acaso ella debería ser única totalmente responsable de esos actos tan banales, tan paganos como absurdos?

Él, el número diez o diecisiete que la abandonaba, al menos podría haber dicho "adiós"...


viernes, 20 de junio de 2008

Cuando llovió...



Otra noche donde la lluvia se hace compañía del desvelo.

Los rayos que caen desde el cielo a la nada y proyectan sus luces en las paredes que parecen blancas aunque quizás no lo sean o estén desgastadas.

Una noche desolada, intentando olvidar, buscando explicaciones efímeras a ciertos pensamientos que azotan como la tormenta.

Tratando de entender como pocas palabras pueden dejar una gran marca, como una oración puede causar tanto daño, tanta alegría o tanto dolor.

Un puñal que se hunde más adentro, un abismo cada vez más cerca.

Otra gota en un charco.

Y otra vez los destellos, otra vez el ruido que se escabulle entre las ranuras de las persianas, mal cerradas, olvidadas, viejas y golpeadas. Otra noche donde el sueño está tan lejos como la salida del sol.

Una noche en donde la música es creada por el agua: cada pequeña gota que cae contra la pared, con cada estruendo de rayos que explotan en los alrededores de la ciudad se confunden en una suave y estremecedora melodía.

Otra noche para olvidar al recuerdo o para recordar lo que debería pasar al olvido.

domingo, 9 de marzo de 2008

Desde la ventanilla

Estabas descalzo.

Andabas correntiando, jugando y a la vez trabajando con tus pies desnudos.

Por momentos el agua caía con fuerzas mojando toda tu presencia.

Sentías al mundo de distintas maneras; soñabas, volabas como un ser de otra tierra.

Tus pies descalzos, tu corazón empapado.

Eras uno más de los malabaristas que se reúnen con empresarios todos los días en semáforos de avenidas conocidas. Uno de esos chicos eras vos, un hombrecito luchando por una ironía.

No podía dejar de mirarte, se hacía imposible no contemplarte. Cuánta gente que no aprecia su vida y vos descalzo arriesgándola en esa esquina.

Mientras dejaba atrás tu imagen me preguntaba que es lo que pensarías, quién cuidaría tus cosas, ¿por qué no tenías puestas las zapatillas?

Descalzo quizás podías sentir lo que los demás del mundo no percibimos, capaz que así podías conectarte con cada elemento de la tierra en la que vivimos.

¿Descalzo para no escapar de tu realidad o un mero capricho para resaltarte entre los demás?

Yo te vi descalzo en una esquina, vos a mi no me viste yo soy la que pasó desapercibida...