domingo, 2 de agosto de 2020

NOTAS DE PANDEMIA

Soñé que estaba en un lugar atestado de gente. No era la cancha, era una calle, una shopping, un café como los de antes.

Eran todas esas voces, el barullo de los tenedores. Era una pizzería, tal vez el Güerrin. Era la felicidad que me causaban esas noches frenéticas de Buenos Aires convertidas ahora en confusos recuerdos que se van volviendo un mito dentro de mi cabeza.

Pero ese ruido, ese ruido me causó miedo. Me paralice aún dormida al escucharlo. 

Mucha gente hablando en un mismo lugar: que pesadilla. Saliva volando de un lugar a otro, bacterias metiéndose por mi piel, un pánico en el que jamás hubiera pensado imaginar, ni cuando a los 9 años compartía un chupetín con Morticia, el gato de mi vecina.

Me desperté exaltada, sudada y llena de miedo. Miedo por la vida que tuve antes: que inconscientemente ya entiendo a que se debían tantas gripes, anginas, noches abrazada al baño y repentinos vómitos.

Hola actualidad, hola mundo horrible sin abrazos, buenos chapes casuales o mates compartidos. 
No sé, no me animo a confirmarte a que no volveré a hacer todo lo que hacía antes; aún menos a que lo volveré a hacer.