martes, 5 de mayo de 2015

Abrazo inesperado

Inesperadamente unos brazos se colgaron al rededor de su cuerpo. La estrecharon fuerte, Se quedaron allí unos cuantos minutos. Luego aflojaron y él que la amarraba con tanta firmeza soltó un beso en su mejilla, delicado pero ruidoso.
Hacía rato que no se veían. Estaban cerca, sus miradas podían cruzarse más a menudo, pero, como dos chicos tímidos, preferían esquivarse. Ellos saben que al mirarse a los ojos lo sabrán todo el uno del otro. Allí no hay secretos.
Quizás ese es el verdadero miedo: el saber que uno no significa lo mismo para el otro. O, que el otro, no se anima a soltar todo por lo que siente. Pero ¿Qué siente? pues, no lo sabe y no lo sabrá hasta que no deje que su mirada se detenga en el mismo momento y a la misma altura de la de ella.
Prefirió, en su lugar, estrecharla, sentir de nuevo ese cuerpo, esa la piel; algo que quizás si añoraba.

Ella se sorprendió. Devolvió el abrazo. Sostuvo sus brazos al rededor de su cuello, él la tenía bien agarrada de la cintura y no encontró otro lugar de donde poder sujetarlo. Dudó, hasta tuvo tiempo de pensar, cuán fuerte sus brazos debían apretar a ese ser que tenía pegado al cuerpo. Una vez más se dejó llevar por el instinto, no sometió aquel acto a ningún juicio moral, no juzgó al ser que le respiraba en el cuello como ya lo había hecho tiempo atrás desnudo entre sus sábanas. 
Luego de la sorpresa también lo apretó. Lo miró, aunque él no le devolvió la mirada, y ella se pudo dar cuenta que él había cambiado.

La pasión duró apenas unos segundos. Ninguno de los que los rodeaba pudo notar algo de todo esto. Menos aún las parejas de ambos que se estrecharon la mano e intercambiaron sus nombres como dos perfectos extraños. 
Esta pasión fue intensa e íntima. Fue de dos personas que se querían decir mucho y no se dijeron nada. Reemplazaron eso por un apretón muy fuerte, tanto que de haberse levantado las remeras los hubiera delatado las marcas que sus manos dejaron en sus cuerpos.

Tal vez el destino los encuentre nuevamente. Quizás vuelvan a ser ellos o sólo otro pequeño pero gran abrazo entre la multitud.