sábado, 1 de octubre de 2011

Refugio en el tiempo


Una lágrima se iba tras la otra, como queriendo jugar una carrera. La primera se adelantaba, llegaba más rápido al piso y la otra se quedaba a mitad de camino…
El dolor era fuerte, pero ya se había sentido alguna vez. ¿Qué no sabía lo que era estar sola? Lo sabía de maravillas, pero no lo experimentaba a menudo. 
Se dio cuenta que los días eran una cuestión del paso de las horas, tarde o temprano, la noche volvería a llegar y habría que acostarse, dormir y esperar al que sigue…
La vida se comenzó a tornar sólo en eso: una terrible espera, una espera del tiempo. Una espera a la que se estaba acostumbrando, pero que a sabiendas en algún momento finalizaría.
Cada vagón de tren que se acercaba, cada paso que se sentía, cada uno de los ruidos de la puerta del ascensor podrían ser lo que esperaba.. pero las horas pasaban y el vacío se hacía cada vez más profundo.
Ya tenía su propio refugio, lugar que siempre había añorado, lugar que siempre había buscado, lugar en el que nunca se imaginó que podría sufrir tanto.  El silencio como único compañero, contenía su respiración y la dejaba oír el lento latir de su lastimado corazón.
Sin embargo, en ese lugar descubrió que las tormentas no son solo de agua y arena…

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